LA CIVILIZACIÓN GRIEGA: LA EDAD MICÉNICA Y LA EDAD HOMÉRICA


Rasgo común a gran parte de las civilizaciones orientales a que nos hemos referido es, por lo menos en su fase más madura, la presencia de los escribas. Los escribas son fundamentalmente transmisores de tradiciones en forma escrita, sea que colaboren con la clase sacerdotal o pertenezcan a ella (en tal caso la sapiencia trasmitida es sobre todo religiosa), sea que tengan carácter de funcionarios laicos del gobierno, como en China. En estas civilizaciones, la educación organizada es esencialmente educación del escriba. No hay duda que en los primeros tiempos, de los cuales en general no se tiene noticia histórica, la educación del guerrero debe haber tenido una importancia primordial, pero esta fase la vemos en acto sólo en la civilización persa,  civilización joven por comparación con las otras que hemos visto, pero de la cual se tienen noticias bastante pormenorizadas. Por ello se ha dicho con cierto fundamento que, en el curso de tales civilizaciones, en primer lugar prevalece como educación típica la del guerrero (fase dinámica, de desarrollo y expansión), y en segundo la del escriba (fase estática, de conservación y, por último, de involución). Ahora bien, si aceptamos la regularidad de esta sucesión como hipótesis de trabajo y nos preguntamos si vale también para la civilización griega nos encontraremos sumidos en un mar de perplejidades y no podremos dar una respuesta sin haber realizado antes ulteriores aclaraciones. En efecto, si se excluye el primer periodo helenístico y el periodo imperial romano, encontraremos en la civilización helénica una muy desarrollada educación del guerrero, pero no hallaremos el menor rastro del escriba; si por el contrario consideramos cómo un ciclo único la civilización greco-helenísticoromana, vemos surgir en los reinos helenísticos y sobre todo en el bajo imperio romano una clase de funcionarios (con frecuencia libertos) que se puede asimilar sin más a la de los escribas de las civilizaciones orientales.Como quiera que sea, el hecho nuevo, de alcance incalculable, es que entre la educación del guerrero y la del escriba se inserta, así en Grecia como en Roma, la educación del ciudadano, como la expresión más típica de una nueva forma de cultura y civilización, que pertenece también a una fase dinámica, que prosigue sin solución de continuidad aquella en que predomina la educación del guerrero, pero que presenta características peculiares e inconfundibles respecto a los otros dos tipos de educación. 
A continuación veremos en qué forma se verificó en Grecia este paso gradual de la educación del guerrero a la del ciudadano, y por lo tanto empezaremos por ocuparnos brevemente de la civilización griega en su primera manifestación —cuyos testimonios son casi exclusivamente arqueológicos—conocida con el nombre de civilización micénica. Floreció sobre todo en el Peloponeso por obra de estirpes indoeuropeas que habían arrollado —en parte por infiltración, en parte con la violencia— tanto en el continente como en las islas, inclusive la misma Creta, una pujante civilización anterior: la egeo-cretense o minoica. De ésta (llamada así por el nombre del rey cretense Minos) se sabe poco porque no se han podido descifrar sino las inscripciones más recientes, escritas en griego quizás por efecto de una lenta infiltración de helenos entre las poblaciones precedentes, no indoeuropeas, de Creta y las otras islas. Las legendarias noticias que nos han trasmitido los historiadores griegos y los riquísimos hallazgos arqueológicos nos permiten hacernos una idea aproximada de la civilización minoica como de una espléndida civilización comercial, dotada también de industrias y fecunda en refinados productos artísticos de inspiración naturalista. Se expandió por una buen parte del Mediterráneo oriental,y si bien en un primer momento absorbió en su órbita a los recién llegados helenos (o aqueos, como los llama Homero), que debieron haber asimilado muchos elementos de la cultura cretense, acabó siendo vencida por éstos. 
Por consiguiente, es oportuno distinguir entre civilización micénica propiamente dicha ycivilización homérica. De la primera sabemos en general poco, y nada por lo que toca a laeducación; de la segunda tenemos en primer lugar el testimonio de los poemas homéricos mismos, documentación rica e inapreciable a condición de que se interprete como es debido. Hemos hablado de “sociedad feudal” y no por azar. Las analogías entre la sociedad homérica y la de la alta Edad Media son sorprendentes, al punto de justificar de sobra la expresión medioevo griego aplicada al periodo que sigue inmediatamente a la invasión de los dorios. ¿Qué es una sociedad feudal? Es una sociedad en la cual quienes se erigen como jefes o señores recompensan la ayuda prestada por los mejores guerreros concediendo a éstos el usufructo de una parte de sus dominios, junto con el gobierno de la población que habita ahí; a su vez, los beneficiarios le deben fidelidad al señor con la obligación de seguir ayudándolo en la guerra y de reconocer en todo caso su supremacía.Ahora bien, en Homero encontramos abundancia de testimonios acerca de relaciones como éstas.Muchos guerreros jóvenes, al igual que los caballeros medievales, prometen fidelidad a un señor sin tener por el momento otra ventaja que vivir en su corte y esperar futuros beneficios si sabrán prestarle servicios señalados. Tenemos en fin a los kouroi homéricos, donceles nobles que servían el vino, componían cortejos, cantaban y a veces danzaban, y que se asemejan a los pajes medievales; por ejemplo, la función que Patroclo desempeñaba al lado de Aquiles recuerda la del escudero (ver más adelante, § 68).La civilización resultante del choque, o micénica, con centros en Micenas, Argos, Tirinto, etc., no fue en modo alguno iletrada, como se creyó por mucho tiempo. En efecto, de la época micénica data un número muy grande de tablillas encontradas tanto en las islas como en la tierra firme. Pero si la civilización micénica tuvo también sus escribas ¿cómo se explica que en Homero no se hable jamás de escritura? Y sin embargo la verdad histórica de la guerra de Troya ha sido comprobada por las excavaciones arqueológicas. En realidad la civilización que Homero describe no es la micénica. Entre la guerra de Troya y la edad de Homero (hacia el siglo IX a. C.) se interpone un acontecimiento singular y catastrófico que hizo retroceder violentamente la cultura griega a un estadio de barbarie guerrera: la invasión de los dorios, también helenos pero desprovistos de toda civilización. Si bien Homero canta hazañas referidas a acontecimientos históricos de dos o tres siglos antes, las reviste de las costumbres familiares a él, propias de una especie de sociedad feudal que apenas acababa de salir de la más oscura bastedad pero ya daba muestras de refinamiento (sobre todo en la Ilíada) y había progresado un tanto en las artes de la vida civilizada (como se ve por la sociedad representada en la Odisea, contemporánea del poeta o casi). Verdad es que hay en Homero un deliberado esfuerzo “arcaizante”, de tal modo que en el conjunto se insertan reminiscencias efectivamente micénicas e incluso minoicas; pero la estructura general del todo responde a una civilización posterior a la invasión dórica. Por lo menos éstas son las conclusiones a que ha llegado un sector autorizado de la crítica homérica reciente, bien entendido que no puede haber certeza absoluta en cuestiones como éstas, acerca de las cuales no hay nada que no se haya puesto en tela de juicio, empezando con la existencia misma de Homero.












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